Conferencia impartida por la Dra. Marta JATO DÍAZ. Dra. En Medicina por la USC
Presentación de la sesión y del conferenciante por el, Ilmo. Sr. Fernando PONTE HERNANDO, Académico Numerario de Historia de la Medicina.
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Resumen:
Cuando en abril de 1917 Estados Unidos tomaba la decisión de combatir en la primera guerra mundial nadie podía imaginar que, un año después, una de las consecuencias de esta intervención militar sería la expansión mundial de un mortífero virus y el origen de la catástrofe sanitaria más devastadora de la historia.
La pandemia de gripe evolucionó, en la mayoría de los países, en tres olas entre 1918 y 1920 y cada una lo hizo con unas características, una gravedad y una letalidad diferente.
Los enfermos presentaron unas manifestaciones clínicas muy inusuales hasta entonces y la mortalidad se distribuyó de una forma anómala entre los distintos sectores de la población. Fue entre los adultos jóvenes, previamente sanos, con una edad comprendida entre los 20 y los 40 años donde se registraron las tasas de muerte más elevadas.
El agente causal, un influenzavirus A H1N1, no se descubrió hasta 15 años después por lo que era muy difícil luchar contra un enemigo que no se conocía. Aún así desde la aparición de la pandemia se pusieron en práctica las medidas preventivas y terapéuticas disponibles en ese momento. Se ordenó, entre otras, el cierre de fronteras, la suspensión del curso escolar, el cierre de locales públicos o la prohibición de las fiestas populares. La prevención de la enfermedad se basó en el aislamiento, la higiene y la ventilación y su tratamiento en el alivio de los síntomas y en la estimulación del sistema inmune.
La pandemia fue perdiendo intensidad a medida que se iba alcanzando una inmunidad colectiva en la población y, una vez desapareció, se olvidó de la memoria colectiva. Por ello son muy escasas sus manifestaciones en el conjunto de las actividades artísticas.
Pero con el paso del tiempo y a través del conocimiento y la experiencia es posible estudiarla y analizarla para extraer aquellas lecciones que nos permitan afrontar situaciones análogas en un futuro. Así, entre otras cosas, la pandemia de gripe de 1918 nos enseñó que las crisis sanitarias no afectan a todos por igual y es necesario cuidar la salud de toda la población en su conjunto para que no haya sectores vulnerables en los que pueda incidir más una enfermedad. También que es necesario invertir en sanidad e investigación médica y en estos momentos, dar suficiente peso a la Atención Primaria y a la Epidemiología. Además, que es preciso facilitar a los ciudadanos una información clara y veraz desde el principio para que crean en las autoridades y adopten sus recomendaciones con confianza.
Pero si algo nos enseñaron todas las pandemias es que por muy poderoso que se crea el ser humano, un ser microscópico es capaz de paralizar al mundo en cualquier momento y, en ese momento, el hombre deja de ser el centro de todas las cosas.
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